RÍO DE JANEIRO — Vitoria Gabrielle gateaba todo el
tiempo y estaba empezando a caminar con ayuda, aferrándose al brazo de
su hermanito de cuatro años y explorando el pequeño departamento de su
madre en una calle empedrada de Piedade, un barrio humilde de Río de
Janeiro.
La pequeña con una sonrisa permanente en su rostro
festejó su primer cumpleaños en febrero, dormía y comía bien, y estaba
pronunciando sus primeras palabras: “mamae” y “vovó” (mamá y abuela),
según su madre, Andréa de Sousa.
Pero
tras recuperarse de una meningitis viral, Vitoria Gabrielle sufrió
problemas intestinales que hicieron que fuese llevada varias veces más
al hospital. Fue durante una de esas visitas en abril que de Sousa
sospecha que la niña contrajo el coronavirus, que por entonces empezaba a
circular en Brasil.
Vitoria Gabrielle falleció el mes pasado
–tenía un año, dos meses y 21 días– en momentos en que el COVID-19 se
propagaba por la nación más grande y poblada de América Latina, que es
el país más golpeado por el virus después de Estados Unidos en lo que
respecta a la cantidad de casos y de muertes.
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