“Es uno atrás de otro. Esto no para”, afirma uno de los sepultureros
de Vila Formosa, el mayor cementerio de Sao Paulo y América Latina,
vestido con un mono blanco y una máscara de tela cubierta con otra de
acetato transparente para protegerse del COVID-19.
El ruido de
palas se mezcla con el de las excavadoras que desde hace semanas
remueven tierra frenéticamente para abrir miles de nuevas fosas en este
cementerio popular en el estado brasileño con mayor número de víctimas
de la pandemia del nuevo coronavirus.
“Nuestro promedio era de
30-35 [entierros] diarios; un día fuerte, 45. Actualmente estamos
enterrando a 60”, dice James Alan, supervisor de uno de los equipos de
sepultureros de este camposanto de 750,000 m2, que alberga los restos de
1,5 millones de personas.