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El embarazo de adolescentes en tiempos de las abuelas

NACIONAL
Andrea tenía 13 años cuando a su natal Azua llegó a trabajar un joven santiaguero de 21. El recién llegado era enamoradizo y a ella le parecía apuesto.

“El muchacho se mudó frente a la escuela y estaba detrás de mí”, recuerda la mujer.
El cortejo resultó. A los pocos meses, en 1954, ambos decidieron irse a vivir juntos a la casa del novio. “Tú sabes cómo era antes, uno se iba”, dice para evocar la usanza de la época, en la que una boda y su registro en el civil no era el patrón para todos.

En un principio a los padres no les complació la decisión de la menor de sus seis hijos. “Pero el muchacho era responsable y por lo tanto trabajador, y decidí irme con él”, comenta Andrea. Lo aceptaron.

Tenía 14 años cuando a las 10 de la noche de un día de 1955 dio a luz a su primera hija en el hospital Dr. Simón Striddles de Azua. El embarazo fue con pocas complicaciones. “Un día me dio como un mareíto, me llevaron al médico pero nunca más tuve problemas”, recuerda.
Para ese entonces, su esposo había construido una casa y se responsabilizó de la familia que recién formaba. La segunda hija Andrea la tuvo a los 15 años.

“Le recalcaba a él que tuvo la culpa de que no fuera una profesional a nivel universitario”.

Por comenzar una vida familiar, no continuó los estudios. Los dejó en segundo de la primaria. Ya adulta, cursó técnicos de costura, belleza y masajes, y por un tiempo fue chofer. “Le recalcaba a él (su esposo) que tuvo la culpa de que no fuera una profesional a nivel universitario”, se lamenta. Ella se conforta en pensar que él era responsable. “Era un hombre demasiado bueno”.

Una de las hijas de Andrea se embarazó siendo adolescente mientras tenía una relación “oculta”, como ella la define. “Hay que aceptarlo pero no es igual que cuando las cosas son a la clara”, comenta.

Hace más de 10 años que su esposo falleció. Tuvieron 11 hijos, 36 nietos y más de 50 biznietos. Andrea entiende que en la época en que se unió a su esposo las relaciones siendo adolescente quizás funcionaban, a diferencia de la actualidad, porque “las mujeres antes se respetaban mucho”.
“Las mujeres se mantenían por vergüenza (...) Había un entendido que ahora no es así. Cuando una muchacha se casaba decían a la mamá: ¿Y fulana?; le decía ella: Fulana se empleó. ¿Qué era ella? Una ‘empleada’ del esposo, de la familia”, dice.

Agrega: “Ahora los hombres son capaces de darte un hijo y no darte un pan para tu niño, y en aquel tiempo tenían que darlo porque si no lo daban a la buena, lo daban a la mala, porque Trujillo (el dictador) no cogía eso”.
 
DIARIO LIBRE

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