Con la proclamación de Luis Abinader y Raquel Peña como presidente y
vicepresidenta de la República, la Junta Central Electoral (JCE) cierra
un ciclo de tensiones que iniciaron con las objetadas primarias del
Partido de la Liberación Dominicana (PLD), la suspensión de las
elecciones municipales de febrero del 2020, hasta la posposición de las
presidenciales y congresuales por la pandemia covid-19.
En esos escenarios la credibilidad de los miembros del organismo cayó en picada, en un contexto en el que, la oposición política, temía que el partido de Gobierno desbordara los límites que imponen la Ley Electoral y la Ley de Partidos sobre el uso de los recursos del Estado para favorecer a los candidatos oficialistas.
El
Pleno de la JCE está integrado por su presidente, Julio César Castaños
Guzmán, Roberto Saladín, Carmen Imbert Brugal, Rosario Graciano y Henry
Mejía, quienes durante nueve meses soportaron fuertes críticas y
cuestionamientos a su desempeño.
Pero la legitimidad de las
elecciones presidenciales y congresuales del 5 de este mes, a excepción
de algunos ruidos que persisten por la aplicación del método D’Hondt en
la distribución de los escaños en la Cámara de Diputados, liberó a los
miembros de la JCE del peor período vivido desde que fueron designados
en 2016.
La avanzada de la crisis. El resultado de las primarias
del PLD, para escoger a su candidato presidencial, se convirtió en el
preludio de la crisis en la que quedó empantanada la JCE.
CREDITOS A LEONORA RAMIREZ