NACIONAL
Yóskar Sarante dejó en la bachata un legado de
temas emblemáticos, empezando por su lamento amoroso “Llora alma mía”,
que fue el tema (junto a “La noche”) que sacó a flote una carrera
sucumbida hasta entonces en trabajos forzados como la construcción y en
el frente de varios grupos merengueros. El “pequeño gigante”, que murió
anteanoche en la Florida a los 49 años de edad, vivió una
niñez/adolescencia de precariedades y de labores forzadas: limpiaba
botas, vendía guandules y trabajaba albañilería hasta que se encontró en
los años 90 con la contagiosa bachata.
Además de la construcción, la bachata se lo robó al merengue, donde
realmente comenzó su entrada a la música popular. Desde niño tuvo
inclinación a la música, de manera empírica.
A los doce años, cuando Pedrito Fernández cargaba “La mochila azul”, él era su fiel imitador.
Su afición por la guitarra la heredó de su padre, que falleció cuando
aun era niño. La familia vivía en Villas Agrícolas, barrio capitaleño
donde nació el 2 de enero de 1970.
“Mi papá no vio mi éxito pero él tenía esa fe de que iba a
representar a Santo Domingo en el mundo entero y a los doce años me
dijo: -para mí tú eres un artista ya”, contó en una entrevista en “El
Especial con Colombia Alcántara”. Y eso le dio la confianza para
emprender su carrera, en la que ganó notoriedad y lo llevó a países
europeos como Finlandia.
EL PEQUEÑO GIGANTE DEL MERENGUE PASÓ A LA BACHATA
Yóskar Sarante coqueteó con el merengue en sus años mozos, pero fue la
bachata la que le dio sus amores más intensos en la música. A los 15
años se integró a una orquesta merenguera que le llamaban La Proclama,
dirigida por Tomás Barreras y en la que también figuraba El Jeffrey.
Luego pasó al frente del grupo de Juancho Viloria, quien antes estaba
con Wilfrido Vargas. De ahí pasó con Cheché Abreu y Aramis Camilo.
Entre 1994 y 1999 Yóskar se hacía llamar “El Prabú de la bachata” y
grabó tres producciones sin mayores resultados.
FUENTE: LISTIN DIARIO
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