Cerca
de 35.000 empleados estatales regresaron el lunes al trabajo presencial
y de atención al público en Quito, mientras la capital ecuatoriana está
cerca del tope de su capacidad de atención hospitalaria luego de que
hace casi un mes se redujera notablemente el aislamiento social.
Los
sitios donde se atenderán a los usuarios han sido adecuados con
mamparas transparentes para evitar el contacto directo, las sillas de
espera mantienen al menos dos metros de separación y en muchos casos
habrá que tener cita previa para evitar aglomeraciones. En tanto, los
empleados ingresan en diferentes horarios y pasan estrictos protocolos
de desinfección y toma de temperatura antes de comenzar su trabajo.
El
alcalde de Quito, Jorge Yunda, expresó en Twitter el fin de semana su
preocupación ante la parcial reanudación de las actividades
burocráticas. “Lamentablemente no estamos entendiendo el grave peligro
al que estamos expuestos como ciudad, los servicios sanitarios ya no dan
más. Habrá que evaluar, tomar decisiones por más duras que sean”,
aseguró.
Desde el 29 de febrero, cuando empezó la pandemia en Ecuador, se han registrado 55.255 casos y 7.494 decesos.
El
ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, dijo al canal estatal
EcuadorTV que “la mayor apertura... eleva las probabilidades de
contagio, evidentemente, y esto se verá en tres o cuatro semanas”.
Añadió
que paralelamente en la capital se han ampliado las camas de cuidados
intensivos y que su ocupación es un proceso dinámico que no ha llegado a
la saturación.
El Comité de Operaciones Especiales, que dicta
las medidas que la ciudadanía debe cumplir en medio de la pandemia,
evaluará en dos semanas las consecuencias del retorno del 25% de los
empleados públicos al trabajo presencial -el resto hace trabajo virtual-
y podría suspender la decisión o ampliar la cantidad de empleados que
retorne a las oficinas.
Las autoridades han hecho llamados a
tener especial cuidado durante la hora del almuerzo, debido a que en ese
momento tendrán que sacarse la mascarilla y los visores.
Entre
marzo y abril la ciudad portuaria de Guayaquil, que se convirtió en el
epicentro de la pandemia en Ecuador, sufrió un duro embate que generó
escenas de cadáveres abandonados en las calles y en casas particulares
hasta por una semana con temperaturas de más de 30 grados centígrados,
debido a que las autoridades y servicios mortuorios no daban abasto para
recogerlos.