Por César Nicolás Penson Paulus
La enorme cantidad de haitianos viviendo en nuestro país, desborda la capacidad del Estado dominicano para atender a sus propios ciudadanos.
Son muy escasos los espacios no salpicados de la presencia de haitianos residentes y activos. Algunos ghettos tienen carácter de exclusividad, como sucede en áreas turísticas del este dominicano.
Aprovechando la cordialidad ancestral criolla, se han ido mimetizando entre nosotros, ocupan espacios y generan supuestos “derechos”. La ilegalidad caracteriza a casi todos estos desplazados de su territorio natural, que saturan el nuestro, fenómeno que durante los últimos 10 años ha ido en aumento progresivo, hasta hartar a la población.
La “verja”, materialización de esa línea divisoria, cuesta al erario nuestro, a más que es de lenta ejecución y quizás de poca altura y fortaleza. La frontera, supuestamente “blindada”, resulta una línea porosa, casi inexistente, de 376 km de longitud, que el ejército dominicano ha fallado en resguardar. Los deportados regresan con pasmosa facilidad y son los mismos ilegales, quienes dan cuenta de cómo, por poco dinero, son dominicanos los que facilitan el paso y su tránsito.
Los gobiernos no quieren darse cuenta, hasta donde los dominicanos estamos “jartos” de lo que puede catalogarse de invasión. Las condiciones de saturación de los pacientes en los hospitales, la situación de los escolares y los espacios en la educación pública, la prioridad que tienen los nacionales haitianos frente a los dominicanos, indignan, hastían, cansan y son previsibles las reacciones de los nuestros ante la inacción de las autoridades, supuestas a priorizar las demandas de los criollos.
Baste observar cómo los comercios chinos proliferan con casi la totalidad de empleados haitianos, en áreas donde sobran dominicanos desempleados. Es fácil definir las razones: los haitianos no protestan y aceptan condiciones abusivas. Los haitianos que emigran hacia nuestro país, es lo más bajo de la población de ese país del oeste, con escasa preparación, portadores de enfermedades ya erradicadas en nuestro espacio, propulsores de una cultura extraña a la nuestra, que incluye prácticas anti religiosas repletas del primitivismo africano, el vudú y su carga de brujerías y prácticas aberrantes, más cerca del hombre original que los dominicanos y por ende más violentos y más dispuestos a la brutalidad.
Se presiona a Dominicana a asumir un problema que es solo de Haití y se pretende doblegarnos por la perversa invasión del útero. Se nos condena por la irreal apatridia de los haitianos que su Constitución reconoce como ciudadanos de Haití y se nos acusa de xenofobia y discriminación, cuando es ese país el que se consigna oficialmente racista. Los dominicanos estamos hastiados, cansados, saturados de presencia haitiana.
Si pudiéramos medir el grado de insatisfacción del dominicano, veríamos que la excesiva presencia haitiana en nuestro territorio, sobrepasa todo límite imaginativo y crea sensaciones de fracaso, de pérdida. El Presidente se quedó corto en la estimación del número de parturientas en hospitales criollos y cuántos estudiantes haitianos tenemos en escuelas dominicanas, Son más, muchos más. Los gobiernos han sido permisivos al extremo, minimizando los efectos de una invasión, sí, una invasión, aunque nos tilden de xenófobos, racistas y discriminadores
Lo que nos ha invadido tiene el más bajo nivel y está siendo soportado por los dominicanos que pagamos por su estadía. La visita del Secretario de Estado de los USA, mueve a suspicacia y más que nada por los cantinflescos “diplomáticos propósitos” que motivan su presencia. Que la ayuda a Haití y sus ciudadanos, sea en su territorio: hospitales, escuelas, capacitación, empleos, zonas francas, campamentos de refugiados y todo lo que los americanos quieran darle, pero allá. Que entiendan los que hoy dirigen la nación, que la población se encuentra hastiada de los haitianos, saturados del creole y “jarta” de su presencia, convertida en competencia, ocupando los espacios que le corresponden a los criollos en los hospitales y a los niños dominicanos en las escuelas. Esto no parará ahí… Demandarán mas!!!!
No estamos en ánimo de compartir nuestra nación y sus logros, con esa horda de migrantes del menor nivel. Decimos que invasión, porque la entrada de estas personas ocurre al margen de la ley; que absorberán la cultura criolla, muy rica por cierto y fuerzan por imponernos la de ellos, más cerca del hombre primitivo del África subsahariana con sus “luases”; empujan sus fracasadas ideologías; porque no agradecen la hospitalidad de la que han gozado, sino que nos acusan de discrimen, xenofobia, racismo, del que están ellos mismos marcados por su propia Constitución.
En La cantidad de haitianos en Dominicana, no tiene una simple razón, como la atracción hacia un lugar de paz (amenazado por lo violento que son, como característica ciudadana) y de seguridad económica, si no que son parte de un plan mayor, manejado por intereses foráneos, de los cuales son cómplices gobiernos extranjeros hipócritas a los que empresarios criollos hacen el juego por intereses particulares. Todo el que facilite la entrada de ilegales, comete acciones contra la patria y el que contrata ilegales viola la ley. Son estos intereses los que evitan que se refuerce el marco regulativo que penaliza esas entradas ilegales, propiciada por militares y civiles, sin dimensionar la gravedad de sus consecuencias.
Es claro que la Dirección de Migración no puede con la carga de capturar y repatriar a estos ilegales que ellos mismos denuncian como corrupta y saben que por unos pesos entran de nuevo al país. Hace falta la creación de un organismo interdisciplinario para reducir esa población ilegal.
La Dominicanldad y sus valores están en juego…
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