De inmediato las órdenes militares i religiosas de la iglesia catolica se incorporaron a la búsqueda del oro poniendo en juego cientos de años de experiencia en adueñarse de botines de guerra i no tener escrúpulos en asesinatos i genocidios.
Precisamente en 1495 las viejas destrezas de la orden militar i religiosa "De la Merced" se pusieron en evidencia a través de frai Juan Infante, confesor del almirante Cristóbal Colón. Siendo este fraile el verdadero poder detrás del trono. Juan Infante arengó a las tropas coloniales la víspera de la batalla del "santo cerro". Los cronistas de la época recogieron este discurso. "Yo, señores, soi de parecer que no huyamos ni nos estemos quietos; sino que acometemos a nuestros enemigos hasta deshacerlos de desbaratarlos, que aunque temibles por muchos, al fin son indios i cobardes, i nosotros, aunque pocos, somos católicos i españoles. Más han de poder los que siguen el estandarte de Jesucristo que los que son miserables esclavos del demonio", "la madre de Dios estas con nosotros".
El uso de armas de fuego de la caballería i de perros entrenados para la guerra (Dominicus Canis, los perros del señor, dominicanos) provocó sorpresa i pánico entre los indígenas confrontados por primera vez a esta experiencia
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