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Menores con sudor de adultos


 

Algunos empezaron a trabajar desde los 10 años de edad, incluso antes. Ingresan al mercado laboral informal forzados por la necesidad de ayudar a sus familias o para garantizar su propia subsistencia. Otros, lo hacen como parte de las tareas que les imponen la familia para que “ayuden” con el quehacer de las casas. Unos estudian, otros no, pero todos están atrapados en los tentáculos de un trabajo infantil en el que germina su condición de pobreza y en el que, al mismo tiempo, se ven limitadas sus oportunidades futuras de salir adelante. Sus padres completan las escenas de una práctica que, aunque ilegal, sigue ocurriendo sin que se denuncie lo suficiente y sin que se erradique de una vez por todas. También hay historias de superación, de esos ya no tan niños que, pese a las limitaciones de su entorno, optaron por mantener sus estudios y trillar un mejor futuro.

Sus testimonios son parte de este audiovisual que se presenta a continuación como parte de especial de Diario Libre: “Trabajo infantil, la invisibilidad de un delito cotidiano”, que recuerda la declaratoria de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el sentido de que este 2021 será, con su pandemia de COVID-19, “el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil”.


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