Seis
meses más tarde, mientra la temporada estival de turismo más floja de
la historia de Europa se acercaba a su fin, el COVID-19 seguía sin dejar
respirar al continente.
En todo caso, la situación podría empeorar en los próximos
meses, mientras se acumulan decenas de miles de millones de euros en
pérdidas en los 27 miembros de la Unión Europea y crece la presión sobre
las apreciadas ayudas gubernamentales y los sistemas de seguridad
social del continente.
Por ahora, según la Comisión Europea, “la
pérdida de ingresos en la primera mitad de 2020 para hoteles,
restaurantes, touroperadores, operadoras de trenes de larga distancia y
aerolíneas son de aproximadamente el 85-90%”. Ningún país se ha librado,
en una zona que va desde las playas griegas a las trattorias en Roma y
los museos en París.
E incluso ahora, según indicó la Comisión
Europea a The Associated Press, “las reservas de septiembre y octubre
siguen siendo inusualmente bajas”, con un sombrío 10% de ocupación en
Brujas. Los datos han golpeado las esperanzas de que un breve impulso en
julio fuera el inicio de algo más permanente.
Pero con el verano
llegaron rebrotes de COVID-19, nuevas restricciones y escalas de alerta
regionales que anunciaban un desastre para el turismo local cuando
alcanzaban los niveles más altos.
A la industria turística
Europea le quedó poco más que la esperanza. El panorama era evidente en
un día de finales de verano en Brujas, donde normalmente habría una
multitud de turistas asiáticos y estadounidenses mezclándose con los
europeos en las calles de adoquines, que reciben unos 8 millones de
visitantes al año en una ciudad con 110.000 habitantes.
“Los
cisnes lo tienen para ellos solos”, murmuró Michiel Michielsens,
frenando su bote junto a un grupo de cisnes que obstruían con elegancia
un paso en los canales. En un día normal -no como ese, en el que tuvo
114 clientes en lugar de 1.200- serían los turistas, y no las aves, los
que mandarían en las aguas. Ahora se veía un bote con una pareja, cuando
normalmente cabrían 40 personas en la embarcación.
Para los
turistas dispuestos llevar mascarilla durante horas hay algunas
ventajas. En Brujas ocurre en los famosos museos de la ciudad, dominados
por artistas medievales flamencos. En lugar de atisbar entre turistas
armados con celulares, ahora cualquier visitante puede disfrutar a solas
de una de las obras más famosas de Jan Van Eyck, que muestra a la
Virgen con el Niño Jesús, san Jorge, san Donaciano y el canónigo Van der
Paele.
Pero todo esto es agridulce para el personal del museo.
En toda Europa, casi todos tuvieron que cerrar durante meses este año, y
ahora afrontan oscuras previsiones.
La asistencia ha caído a un cuarto de la registrada en 2019 en los museos de Brujas. Pero durante el mes de julio llegó al 50%.
“De
modo que está cayendo de forma gradual. Cada mes vemos caer los
números”, dijo Jonathan Nowakowski, director de negocio de Museos de
Brujas. ”Puedo decirle que esperamos pérdidas de entre 3,4 y 4 millones
de euros este año', chocando con las previsiones anteriores asociadas a
las exposiciones especiales por un año conmemorativo dedicado a Van
Eyck.
“Pensábamos que tendríamos cifras enormes de visitantes', dijo.
El
descenso afecta a hoteles, restaurantes, comercios y a las familias que
viven de esos negocios. Para los que son propietarios de sus locales es
una situación más llevadera que para los que afrontan los pagos del
alquiler.
Las reservas de los próximos meses han caído y algunos
hoteles simplemente cerrarán, sabiendo que los escasos ingresos no
cubrirán los costes. Otros han ofrecido en verano las tarifas asequibles
de invierno.
Muchos han suspendido a su personal de forma
temporal, y admiten que las ayudas del gobierno han resultado útiles.
Pero temen que se agoten pronto, pese al fondo de recuperación de
750.000 millones de euros acordado hace poco por la UE.
“En los
próximos meses, veremos muchos sitios que quiebran. Mucha gente se
quedará sin empleo”, dijo Luc Broes, copropietario del hotel y
restaurante Duc de Bourgogne, con vistas al canal.
La protección social, señaló, sólo llega hasta un límite.
“También
tenemos que pagar la renta del edificio. También tenemos que pagar a
todo el personal. Tenemos que pagar los seguros. Tenemos que... no
estamos protegidos. En el momento en el que no podamos pagar más,
también quebraremos”, dijo Broes.
Pese a la novela del siglo XIX
“Bruges-La-Morte” ('Brujas la muerta'), que convirtió la ciudad en una
metáfora de la melancolía y la decadencia, hay un convencimiento de que
la gente puede darle la vuelta a la situación, que el turismo
sobrevivirá.
Es una sensación presente en buena parte del bloque,
y ya se ha planeado una cumbre para principios de octubre sobre cómo
reforzar y reformar el turismo en general.
Sin certeza sobre
cuánto durará la pandemia, Brujas ya ha decidido suspender las
exposiciones estrella. En su lugar se centrará en artistas locales, que
se han visto muy afectados por la pandemia. Entre ellos hay un fotógrafo
al que se ha encargado que retrate la soledad impuesta por el COVID-19 a
la ciudad.
“Reciben fondos, cobran. Pueden sobrevivir, y podemos
ofrecer a los visitantes algo nuevo, algo inspirador, sin tener todas
las dificultades logísticas que trae el (coronavirus)', dijo Nowakowski .
La
duda de si habrá más cuarentenas, restricciones nacionales o límites
sobre los viajes internacionales sigue acechando a todo el mundo.
El
reconocido chocolatero Dominique Persoone tuvo suerte de sobrevivir
gracias a muchos aficionados locales, de modo que se pudo arreglar sin
la clientela de los grandes cruceros que compran chocolate en su tienda
junto a la catedral.
“Lo más duro es que no sabes lo que traerá
el futuro. No sabemos cómo va a ser en septiembre, octubre, cuando
comienza de verdad la temporada del chocolate. Después Halloween, Santa
Claus, Navidad”.
Ahora, el invierno trae más incertidumbre.
“Creíamos que estábamos a salvo y teníamos una vida maravillosa. Y ahora ocurre esto”, dijo Persoone.
CREDITOS A DIARIO LIBRE.