De
entrada, el inicio del año escolar se pospuso. La inesperada suspensión
de la presentación del Plan Nacional de Educación, en la que se darían
los detalles de la modalidad de la docencia en medio de la pandemia del
COVID-19, no deja espacio a que los distintos actores del sector puedan
empezar las clases este lunes 24 de agosto, como lo estableció el
Consejo Nacional de Educación en mayo pasado.
Justo
el lunes es la nueva fecha que informó el Ministerio de Educación
(Minerd) para la presentación del su plan y dar las directrices que
hagan posible el inicio del Año Escolar 2020-2021 en medio del COVID-19,
enfermedad que mantiene una alta incidencia de contagios y muertes en
el país, desde que en marzo pasado se detectó el primer caso al
diagnosticar a un turista italiano.
A medida que aumentan los contagios de la enfermedad, que ya
sobrepasa los 89,000 mil casos positivos y las 1,500 muertes en el
territorio nacional, también crece la incertidumbre de padres y docentes
sobre la suerte que tendrá el nuevo ciclo.
El
“tapabocas” sobre el plan a seguir, luego de que el ministro de
Educación, Roberto Furcal, aseguró en varias ocasiones, incluso antes de
su juramentación el pasado 16 de agosto, que ya tenía una propuesta
definida, esparce más nebulosa sobre el panorama educativo.
Para
padres como Alberto Brito, con tres hijos que van a dos colegios
distintos, la indefinición le genera incertidumbre, impotencia y temor.
Al
inicio de la cuarentena por el coronavirus, él y su esposa iniciaron el
teletrabajo y podían turnarse para acompañar a los niños mientras
hacían sus clases virtuales. Pero a la fecha, ya su esposa debió
reintegrarse de manera presencial y, de vez en cuando, a él le requieren
presentarse a la oficina.
“El dejar para último momento la
información del método que se utilizará en el año escolar me ha generado
impotencia por no poder tomar decisiones con tiempo, incertidumbre y
estrés porque tendré que tomar en corto tiempo medidas que demandarán
inversión de recursos, y temor, por la eventualidad de que alguno de los
niños tenga que exponerse al menos dos veces por semana asistiendo a
clase de modo presencial”, expresa.
Brito siente un poco de
tranquilidad por el hecho de que el presidente Luis Abinader dejó
entrever en su discurso de toma de posesión que será difícil empezar con
clases presenciales, pero la virtual también implicará ajustes en el
seno de la familia.
Los ajustes para la virtualidad implican
asegurar un equipo electrónico para cada uno de los niños, dice, pues no
podrán trabajar a modo de contingencia como al final del año anterior,
sino someterse al método extraordinario establecido para un programa y
un horario ordinarios, regulares.
“Con ello, debo asegurarme un
servicio de internet más eficiente que el que tengo ahora, además de
habilitar un espacio en la casa para que ellos (los hijos) puedan
conectarse a clases en condiciones adecuadas de luz, sonido y
comodidad”, dice.
“Pero ahí entra en juego otra variable: Si
regreso al trabajo presencial, ¿quién los acompañará, sobre todo a los
más pequeños, con la recepción de las instrucciones que les pasan en
línea desde la escuela o con cualquier problema técnico o de conexión
que se les presente?”, añade.
Si la docencia fuera presencial, la
angustia de Brito es mayor, cuenta, porque la preocupación por un
posible contagio será constante y le obligará a tomar decisiones
respecto al transporte. “Si el mayor de los muchachos regresaba en
transporte público de su colegio ya no me sentiré cómodo sabiendo que lo
hace así y posiblemente tenga que gestionarle un servicio privado”.
Cada uno de estos aspectos generan una medida que significa dinero del
presupuesto familiar.
Las preocupaciones de Brito reflejan las de
miles de familias que matriculan a los 3 millones de estudiantes que,
hasta el Año Escolar 2019-2020, conformaban la población estudiantil
dominicana en sus distintos niveles de Inicial, Básica y Media.