La decisión de Twitter de verificar por primera vez un mensaje del
presidente Donald Trump no sólo ha desatado la ira del mandatario, sino
que también ha puesto de manifiesto las estrategias divergentes entre la
red social del pájaro azul y su principal rival, Facebook.
Durante
años, las dos redes sociales que concentran la mayor parte del debate
público online compartieron una misma premisa: se veían a sí mismas como
una plataforma en la que los internautas tenían que poder hacer uso de
su libertad de expresión casi sin restricciones, y por tanto sus
esfuerzos moderadores debían estar limitados al máximo.
Esta
visión, sin embargo, empezó a valerles críticas por su permisividad con
las informaciones falsas, especialmente tras la campaña presidencial
estadounidense de 2016, en la que piratas informáticos rusos se
sirvieron de Facebook para intentar influir en los resultados
electorales.
CREDITOS A DIARIO LIBRE