'Absolutamente no'. Ni Abbi Kailin ni ninguno de sus cuatro hermanos
ni sus padres tienen intención de recibir la vacuna contra el COVID-19
cuando se desarrolle un método para prevenir la enfermedad, que ha
quitado la vida de casi 200.000 personas a nivel mundial en los últimos
meses.
Como Abbi explica a Efe, su repulsa surge de la
desconfianza hacia el poder político y de un caso que afectó a uno de
los hijos de una familia muy cercana a sus padres, que decidieron desde
entonces no vacunar a ninguno de sus vástagos y tomar la vía de la
'inmunización natural' a través de una alimentación cuidada y
suplementos vitamínicos diarios.
Esta familia afincada en
Carlsbad, una pequeña ciudad de California a medio camino entre Los
Ángeles y San Diego considerada como una de las veinte poblaciones con
mayor renta per cápita de Estados Unidos, forma parte del movimiento
antivacunas, con una historia larga en el país y que ha cobrado auge en
los últimos años.