Peter Drucker con mucha maestralidad nos dijo que el “conocimiento es
la información interpretada”. La inteligencia es la lucidez de la
razón. La sociedad dominicana requiere realizar un esfuerzo para que la
razón, el conocimiento se impongan en esta agenda electoral. El ambiente
electoral no puede ser el mero espectáculo de exhibición de las caras
de los candidatos. Urge una agenda de cara a comenzar a transformar la
sociedad desde una perspectiva más inclusiva, más institucional, donde
las reglas de la gobernanza, de las relaciones de poder operen
diáfanamente y en equilibrio.
La elite política, sobre todo la
que está en el poder, no puede seguir actuando en la cultura de la
autocomplacencia, mirando de manera sempiterna el vaso medio lleno sin
objetivar el futuro y los nuevos paradigmas de la comprensión cabal de
una sociedad. Prima facie hay que establecer que todo país que en los
últimos 25 años no haya estado en guerra (civil o internacional) o se
degrada en un Estado fallido o las relaciones de poder adquieren una
descomposición donde los conflictos en el poder derivan en una
permanente crisis política y con ella, en un rebajamiento social y
económico, hoy, inevitablemente, tiene que estar mejor que ayer. ¡La
comparación pues no puede ser meramente el pretérito con el presente
sino con otros países similares!
La República Dominicana, según
el economista del BID, Joaquín Zentner, en su Conferencia “Retos de
Desarrollo de R. D.”, señala que tenemos que impulsar la acumulación de
Capital humano. Para Theore Schult, quien lo acuñó es “la suma de
conocimientos, habilidades, experiencias y competencias de las personas
“. El Capital humano se fragua en una intensa actividad social, que se
crea y recrea a través de la educación formal y de la construcción del
Capital social en todas sus dimensiones. El Capital humano constituye el
eje principal para la competitividad y para el verdadero desarrollo
humano. Es piedra angular, la médula espinal para el desarrollo
sostenible. El Capital humano, en toda sociedad, es la espina dorsal del
marco estratégico de todo país. Es la verdadera marca distintiva y el
elemento diferenciador para el logro de objetivos a corto, mediano y
largo plazo.
El Capital humano se mide a través de tres
importantes enfoques que nos permiten diseñar de manera objetiva,
indicadores y variables que nos pautan:
1) Nivel de estudio de la
población adulta. Que comprende el número promedio de años de educación
formal completada. Proporción de adultos que han completado cada ciclo
educativo.
2) Evaluación de las habilidades de la población adulta.
3) Evaluación del Capital humano vía salarios.
José
E. Stiglitz, Amartya Sen y Jean Paul Fitoussi, en su libro Medir
nuestras vidas, nos dicen que el bienestar tiene muchas caras y en
consecuencia nos retratan los elementos que hay que tomar en cuenta:
a) Nivel de vida material (ingresos, consumo y riqueza),
b) Salud.
c) Educación.
d) Actividades personales, incluido el trabajo.
e) Voz política y gobernanza.
f) Conexiones y relaciones sociales.
g) Entorno (condiciones presentes y futuras).
h) Inseguridad física y económica.
El
BID nos dijo, al igual que el “Informe sobre Desarrollo Humano 2019,
más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente”,
que hay una alta mortalidad materna e infantil (98 y el promedio en la
región: 68. Infantil: 24.5 y el promedio de la región: 17.7). Solo el
50% de los niños entre 3 a 5 años están escolarizados
institucionalmente. La cobertura en secundario también apenas el 50%. La
tasa de fecundidad en adolescente es de 93/1000, lo cual repercute en
la pobreza estructural de nuestro país. Educación y pobreza son las
variables más visibilizadas que dibujan dantescamente ese drama social.
En el 2017 ese banco multilateral nos radiografió así:
1)
La expansión de servicios educativos y el aumento del gasto no se han
traducido en mejoras en la calidad. Los peores resultados en la región y
a nivel mundial: Baja cobertura en educación inicial. Tasa bruta de
matrícula 44% a nivel nacional y 73% en América Latina y el Caribe.
2) 90 mujeres de cada 100,000 nacidas vivas mueren por causas relacionadas al embarazo. En América Latina y el Caribe 67.
3)
Oportunidades de mejoras en la eficiencia del gasto en asistencia
social: un 40% del gasto no se focaliza con criterios oficiales.
4)
Altas tasas de embarazo adolescentes: 97 nacimientos por 1000 mujeres
con edades entre 15 a 19 años, comparado con 64 nacimientos en promedio
en América Latina y el Caribe.
5) Altas tasas de feminicidio, solo superados por Honduras.
6) Baja participación en el mercado laboral: 46% para mujeres Vs. 69% para hombres. Brecha de salarios por género del 21%.
7) El gasto tributario es muy elevado: 6.5% del PIB y los beneficios sociales neto muy modesto o incluso negativo.
El
panorama en el 2019 es más desalentador, pues la desigualdad en el
2018, medido por el Coeficiente de Gini, lejos de mejorar, creció
negativamente. Estamos en 0.452 según el BID. El PNUD nos dice que en el
Índice de Desarrollo Humano desde el 1990- 2018, crecimos de 0.593 a
0.745 y estamos en el ranking 89/189 países; y, que la Esperanza de vida
al nacer de los dominicanos y dominicanas se encuentra en 73 años.
Prevalece una desigualdad espantosa en lo que concierne a Salud,
Educación, Género. El Informe de PISA nos desnudaría en Educación y el
Presupuesto en Salud para el 2020 serán tres mil millones menos que en
el 2019 para caer a 1.7 del PIB. En cambio, en la Región se sitúa en
3.8%. Solo Uruguay, Costa Rica y Cuba, constituyen los únicos que
cumplieron el acuerdo regional del 2014 de invertir más del 6% en Salud.
Debemos como sociedad generar una nueva visión, construir un
nuevo paradigma para el desarrollo sostenible y tener una comprensión
más expedita alrededor de la pobreza con perspectiva multidimensional.
Los ingresos son necesarios más no suficientes. En Dominicana la baja en
la pobreza monetaria tiene como principal causal las remesas de los
dominicanos, que bordean alrededor de un 4.5% su impacto en ese flagelo
social. Las remesas significan anualmente el 50% del Presupuesto
Nacional (ingresos tributarios) y el equivalente a toda la nómina
pública, incluyendo Pensiones y Jubilaciones.
El Sociólogo
chileno Ernesto Ottone nos decía esta semana en una Conferencia “la
desigualdad es incompatible con la democracia”. En medio de la
complejidad e incertidumbre que están caracterizando estas elecciones,
no por la sociedad misma sino por parte de los actores políticos del
PLD, que si tratan de hacer de las elecciones de febrero y mayo del 2020
lo que hicieron en las Primarias del 6 de octubre, el panorama político
y por tanto económico, se descarrilarán.
El BID, a través del
economista reseñado, nos dice como generar las condiciones para el
desarrollo y como fortalecer las instituciones para garantizar el éxito
de las políticas públicas. A 7 años y 4 meses en el poder, el presidente
Danilo Medina no ha cumplido ni con el Pacto Eléctrico ni el Pacto
Fiscal (2013 y 2015), consignado en la Ley de Estrategia Nacional de
Desarrollo que está postulada en la Constitución en el artículo 241.
Nos
encontramos en la necesidad de aprovechar las elecciones para discutir
una agenda mínima común, un pacto social-institucional que, como decía
John F. Kennedy, “Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos”.