Keiko Fujimori, la otrora poderosa líder de la oposición parlamentaria
peruana y excandidata presidencial, salió de prisión ayer en medio de
vítores de sus simpatizantes y las críticas de muchos peruanos que ven
en su liberación una muestra más de la impunidad que suelen disfrutar
los políticos acusados de corrupción.
Bajo la aclamación de sus
seguidores, que portaban banderas partidistas y globos color naranja,
Keiko abandonó sonriente el anexo de mujeres de la cárcel de Chorrillos
en Lima, un reclusorio que también alberga a criminales comunes.
El
arresto ha sido el momento “más doloroso de mi vida”, dijo.