La Agencia Efe difunde un nuevo artículo de Mario Benedetti,
en esta ocasión 'El hombre que espera milagros', que fue publicado por
el diario Expreso de Lima el 2 de agosto de 1975, en un raro ejemplo de
su tarea en medios en su breve exilio en Perú.
Este es el segundo
artículo de Mario Benedetti que publica Efe, por cesión de la Fundación
Benedetti, y al que seguirán otros, el segundo sábado de cada mes,
hasta septiembre de 2020, en que se cumplirá el centenario del
nacimiento del escritor uruguayo.
'El hombre que espera milagros'
Mario Benedetti
En cierto modo es comprensible que para
algunos lectores y numerosos autores, el crítico literario o de arte
resulte una suerte de ogro en ejercicio, poseedor de una glándula
intelectual que segrega venenos en dosis máximas y mínimas.
Hace
un siglo escribió Disraeli: '¿Sabéis quiénes son los críticos? Hombres
que fracasaron en la literatura y en las artes'. 'Todo crítico es un
fracasado', reza más escuetamente una de esas tantas ideas recibidas que
representan la máxima sabiduría para algunas personas; entre ellas para
los fracasados que no ejercen la crítica.
El derecho al error.
Es verdad que en ciertas ocasiones el
crítico es un fracasado, o por lo menos un escritor que alguna vez tuvo
suficiente autoexigencia como para darse cuenta de que la novela o la
oda que tenía escondidas en la última gaveta de su mesa, sencillamente
no valían la gloria, pero sobre todo no valían la pena. Quien piensa que
todo crítico es un fracasado, le está negando al crítico personería
intelectual, y eso es un erróneo trasplante de culpas.
Reconozcamos
que el crítico es, en algunos casos, un ser exasperado y con bastante
más frecuencia, un ser exasperante. Aun la verdad lisa y llana tiene un
alto poder de irritación; cuánto más no habrán de tenerlos ciertos
vicios de la profesión tales como la lectura distraída, el consejo
presuntuoso, la ironía brillante pero injusta. El mal crítico tiene
diversos modos de ocultar sus carencias. Lo peligroso es, sin embargo,
cuando existe un mal crítico dentro del bueno.
En este sentido,
la amistad constituye a veces la palabra clave. Hay críticos que, por el
solo hecho de referirse al libro de un amigo, se sienten obligados a
elogiarlo sin medida; pero hay otros, en cambio, que se sienten
obligados a vapulearlo con especial vigor, a fin de que nadie se atreva a
pensar que la amistad ha pesado en el juicio.
'Nunca se le ha
levantado una estatua a un crítico', decía Sibelius, pero no hay que
olvidar que él opinaba desde su propio pedestal. Todos los críticos
actuales fueron alguna vez aprendices de críticos; el aprendizaje no es
una deshonra, sino una necesidad. No importa demasiado cómo y por qué se
aprende. Hay quien aprende a los golpes, pero también hay quien no
aprende de ningún modo. El más honesto de los críticos puede
equivocarse; por supuesto el error no inhabilita al crítico. Inhabilita
en cambio al aprendiz apurado, deshonesto o incompetente, que vierte
inapelables opiniones sobre libros que jamás leyó; que se acerca a una
obra, a un espectáculo o a una exposición dispuesto de antemano al
elogio o a la diatriba.
Un Malentendido Inevitable.
Frente
al mundo rico pero intrincado de muchos poetas, el crítico tiene que
buscar su ábrete sésamo. Sucede que a veces lo consigue y lo pronuncia,
pero no se da cuenta que la puerta que se abre no es la que él quiere
sino la de al lado. Y el poeta no se anima a llamarlo para aclararle:
'Señor, se equivocó de puerta. Yo tengo inhibiciones, pero son otras'.
Después de todo es un malentendido casi inevitable.
El poeta se oculta:
sobre un sutil cañamazo de verdades, miente a sabiendas ('también la
verdad se inventa', escribió Machado), despista al crítico, le escamotea
sus claves. Luego se queja de que el crítico no lo entiende. Desde un
punto de vista poético el poeta hace bien en camuflar su mundo.
Desde un
punto de vista crítico, el crítico hace bien en hurgar y crear su
teoría, aunque ésta pueda ser errónea.
Unos la escriben, otros la
leen, otros más la sufren. Cada cultura y además cada momento de una
cultura tienen, por lo general, la crítica que se merecen. Hubo un
crítico musical norteamericano James Gibbons Huncker, que en 1905,
escribió: 'El crítico es un hombre que espera milagros'. Tal vez la
mayoría de los críticos ya no los esperan, pero por si acaso, por si
alguno de ellos es aún tan ingenuo, o tan tonto, o tan sabio como para
ser un hombre que espera milagros, invito al lector a que lo acompañemos
solidariamente en esa espera.