La llamada a las armas de exnegociadores de las FARC en Colombia es
un revés a la frágil paz en el país, pero también ofrece un tentador
objetivo a los halcones que buscan derrocar a la persona a la que
Estados Unidos acusa de refugiar a grupos terroristas: el presidente de
Venezuela, Nicolás Maduro.
El exjefe negociador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC) “Iván Márquez”, cuyo nombre real es Luciano Marín,
anunció que volvía a las armas alegando que el gobierno de Bogotá no
cumplió el acuerdo de paz firmado en 2016 y no hizo nada ante el
asesinato de cientos de líderes sociales en zonas rurales controladas
durante mucho tiempo por los rebeldes.
Marín leyó un largo manifiesto en un video en el que aparece rodeado
de 20 rebeldes fuertemente armados y dijo que estaba en un campo
clandestino en la selva oriental de Colombia. Según las autoridades
estaría en Venezuela, que durante años ha sido un refugio seguro para la
guerrilla.
Casi de inmediato, el presidente de Colombia, Iván Duque, contactó
con el líder de la oposición en Venezuela, Juan Guaidó, cuya campaña de
nueve meses para sacar a Maduro del poder se ha estancado ante la
negativa del ejército a abandonar al cuestionado dirigente. Para los dos
políticos, el video fue una prueba más de que los rebeldes, que están
considerados un grupo terrorista por Estados Unidos, están planeando
ataques desde suelo venezolano.
“Los colombianos debemos tener claridad de que no estamos ante el
nacimiento de una nueva guerrilla, sino frente a las amenazas criminales
de una banda de narcoterroristas que cuenta con el albergue y el apoyo
de la dictadura de Nicolás Maduro”, declaró Duque durante un discurso
televisado.
“Todos los venezolanos debemos rechazar este tipo de amenazas en respeto a nuestra soberanía”, afirmó por su parte Guaidó.
Sus preocupaciones resonaron en Washington, donde funcionarios
estadounidenses repitieron las acusaciones de que el gobierno de Maduro
ha estado conspirando activamente con los rebeldes colombianos,
especialmente con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de corte más
radical y que se cree que financiaría su insurgencia con el tráfico de
cocaína y oro a través de Venezuela.
“El régimen en Caracas parece estar fomentando este tipo de
actividad, esencialmente entregando partes del país, especialmente al
ELN”, dijo Elliott Abrams, enviado especial de Estados Unidos para
Venezuela, a reporteros.
Aunque con pocas pruebas, las autoridades colombianas aseguraron
durante mucho tiempo que Marín había estado escondido en Venezuela junto
con otros altos cargos del ELN y un grupo de disidentes de las FARC que
nunca depusieron las armas.
Se cree que en los últimos meses se celebraron al menos tres
reuniones entre comandantes rebeldes en la pequeña localidad venezolana
de El Nula, una zona sin ley con una fuerte presencia del ejército de
Venezuela que está a unos 30 kilómetros (alrededor de 20 millas) de la
frontera, explicó un funcionario de inteligencia militar colombiano, que
insistió en hablar bajo condición de anonimato porque no estaba
autorizado a hacer pública la información.
El mismo funcionario aseguró que los rebeldes del ELN estuvieron
presentes cuando instructores militares rusos formaron a principios de
año a miembros de las fuerzas armadas venezolanas en doctrina militar y
uso de explosivos, aunque no necesariamente con el conocimiento de los
extranjeros. The Associated Press no pudo verificar estas afirmaciones.
En total, las autoridades estiman que unos 1.000 rebeldes del ELN,
alrededor del 40% de su fuerza de combate, operan desde Venezuela, donde
planean ataques como el coche bomba que estalló ante una academia
militar en Bogotá en enero y mató a más de 20 personas, en su mayoría
jóvenes cadetes.
Maduro y sus aliados llevan mucho tiempo negando que proporcionen
apoyo material a los rebeldes colombianos y señalan que las denuncias de
Washington forman parte de una campaña publicitada por los medios
occidentales para allanar el camino a una posible invasión.
Una operación de más de una década financiada por Estados Unidos en
Colombia obligó a las FARC a sentarse a negociar en 2012. Los
funcionarios de inteligencia afirman que los rebeldes no se han reunido
en grandes números dentro del país por temor a ser asesinados, como
ocurrió con comandantes de las FARC abatidos en ataques aéreos con
inteligencia y bombas inteligentes proporcionadas por Washington.
Esto los llevaría a la socialista Venezuela, cuya afinidad ideológica con los rebeldes es bien conocida.
Aunque Maduro desempeñó un papel clave como intermediario para el
acuerdo de paz de 2016, rechazó los llamados para expulsar a los
rebeldes ante el aumento de las tensiones con Estados Unidos y sus
vecinos. El mes pasado, llegó a anunciar que Marín y su aliado Seuxis
Hernández, mejor conocido como “Jesús Santrich” y que está buscado por
Washington por narcotráfico, serían “bien recibidos en Venezuela” como
“líderes de paz”. Hernández apareció en el video del jueves junto a
Marín y sosteniendo un rifle de asalto.
Desde el apogeo de la crisis venezolana en enero, cuando Guaidó se
autoproclamó presidente interino y fue reconocido rápidamente por
docenas de gobiernos extranjeros, Estados Unidos ha confiado en Colombia
para encabezar la campaña contra Maduro. Pero aunque las autoridades
estadounidenses han presentado varias veces la opción militar para
derrocar al presidente, Duque rechazó la propuesta por temor a sumir a
Colombia en un prologando conflicto que tendría poco respaldo en la
región.
“Las cosas pueden ponerse feas rápido y no hay forma de que los
colombianos sepan cómo va a terminar una intervención militar”, explicó
Michael Shifter, presidente del centro de estudios Inter-American
Dialogue en Washington.
Sin embargo, los conservadores vieron la noticia del rearme como una
oportunidad para impulsar una acción internacional más contundente
contra Maduro, aunque nadie solicitó abiertamente una intervención
militar.
“Para el régimen de Maduro y sus aliados criminales, su prioridad en
este momento es la desestabilización de Colombia”, dijo María Corina
Machado, una opositora que fue despojada de su escaño en el congreso
venezolano.
Venezuela también parecía ocupar un lugar destacado en la mente de
los rebeldes desertores. En su video, Marín rechazó con indignación la
“absurda idea” de ser “lacayos” de Washington en una guerra injusta para
sacar a Maduro del poder.
Aunque pocos en Colombia esperan que la rearmada facción de las FARC
recupere de inmediato su potencia militar, su regreso al campo de
batalla y la posible alianza con el ELN y con otros rebeldes disidentes
supone un importante riesgo de propagación de la crisis venezolana.
“Lo peor que le puede pasar a los colombianos y a los venezolanos es
que se mezclen dos conflictos de naturaleza distinta y se conviertan en
uno solo”, señaló Vladimir Villegas, un destacado periodista venezolano
que fungió como viceministro de Exteriores con Maduro. “El gobierno y
las fuerzas armadas deben garantizar que seamos un territorio libre de
grupos irregulares, del signo que sea. Lo contrario dejaría pálido el
incendio en la Amazonía”.