La Iglesia católica de Cuba informó hoy que el cardenal Jaime Lucas
Ortega y Alamino, quien llevó su labor pastoral en medio de las
dificultades que el proceso revolucionario cubano impuso a las prácticas
religiosas y fue parte de un histórico acercamiento con Estados Unidos,
falleció este viernes a los 83 años.
El exarzobispo Ortega fue el intermediario que posibilitó los
diálogos entre La Habana y Washington y el reinicio de las relaciones
entre ambos países en 2014, luego de que los mandatarios Raúl Castro y Barack Obama pidieran en secreto al papa Francisco ayuda para un acercamiento.
Aunque siempre se habló de la participación de Ortega y la Iglesia
Católica en las conversaciones que acabaron con cinco décadas de ruptura
diplomática, no fue sino hasta 2017 que se supieron detalles del papel
del prelado: llevar cartas secretas de Francisco a las partes,
intercambiar sus respuestas y posibilitar el acercamiento, según se
reveló en un libro suyo publicado con respaldo del Vaticano.
En sus últimos años, ya retirado y como arzobispo emérito de La
Habana, no se le vio mucho en público, pero continuó siendo recordado
por su largo ministerio y la intensidad de los momentos históricos en
los que se vio envuelto.
En abril de 2016, el papa aceptó su renuncia al frente de la estratégica Arquidiócesis de La Habana.
Su figura se había ido acrecentando con los años y alcanzó notoriedad
cuando en 2010 y 2011 emprendió gestiones y logró un acuerdo entre la
Iglesia y el presidente Raúl Castro para la liberación de un grupo de disidentes presos desde 2003.
A lo largo de su vida pública, muchos opositores lo acusaron de ser
útil al gobierno, pero tanto él como sus colaboradores insistieron en
que el lugar de la Iglesia no era la política sino la labor humanitaria.
“Algunos, pensando en la naturaleza de la Iglesia como una entidad
política, de fuerza política, que no tenía de ninguna manera, hubieran
querido que fuéramos… ‘el partido de la oposición que falta en Cuba’, y
nosotros no podemos, nuestro rol no puede ser ése, porque habría una
desnaturalización de la Iglesia”, dijo en 2012 a estudiantes del Centro
David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos en Massachusetts.
Le tocó además ser el anfitrión de tres visitas papales a Cuba, la de
Juan Pablo II en 1998, la de Benedicto XVI en 2012 y la de Francisco en
2015.
“Es una persona muy humanitaria con unos sentimientos
extraordinarios”, dijo a la AP Sergio Lázaro Ortega, primo hermano del
cardenal durante una entrevista hace algunos años.