NACIONAL
Con apenas cuatro años de edad padeció el primer
gran trauma de su vida cuando la separaron de su madre. Fue doblemente
brusco porque el cambio implicó moverse de la capital a una finca de su
padre en una comunidad rural de la provincia El Seibo, donde comenzó a
crecer entre las patas de caballos y bueyes.
Celina Sosa, ahora con 59 años, no culpa a su madre por la decisión
porque era muy pobre y entendía que allí su hija tendría garantizado su
sustento económico.
Su progenitora no se equivocó porque a la niña Celina nunca le faltó
comida, pero careció del amor que no podía brindarle un padre bipolar y
centrado en otras prioridades.
“Yo entiendo que en algún momento de mi vida tenía que vivir la
depresión porque a muy temprana edad me hicieron cargar con mi vida y
pasar por estrés muy grandes”, cuenta Sosa sobre esa etapa en que hacía
trabajos de hombres siendo una niña, lidiando con animales bravos que
veía como gigantes, cruzando ríos crecidos y recorriendo largas
distancias a pie por montes solitarios para trasladar la leche que se
producía en la finca de su padre.
A propósito del Día Mundial de la Salud Mental que se celebró ayer 10
de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dedicado este
año la fecha a los adolescentes y adultos jóvenes que padecen diversos
trastornos mentales.
Según el organismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e
intervención en salud a escala mundial, la mitad de los trastornos
mentales se desarrollan en las personas antes de los 14 años edad, con
el inconveniente de que casi nunca son tratados.
Profesionales de la conducta consideran también que las secuelas de
esos traumas de la niñez y adolescencia pueden aparecer en la edad
adulta.
Ese fue el caso de Sosa, quien sufrió las burlas de otros lecheros
por los temores que desarrolló a esa edad. “Lo peor era que me decían tú
no tienes madre, y para un niño eso era como si lo apuñalaran”, agregó
sin poder contener las lágrimas, al recordar también la horrible
impresión que le provocó la patada de un caballo que la dejó bañada en
sangre.
Sosa encontró en ese tiempo el consuelo en su madrastra Colasa
Hernández, quien le brindó mucho amor, pero tuvo que marcharse a Estados
Unidos con sus tres hermanos por los maltratos que recibía de su padre.
Sus compromisos en la finca no le permitieron iniciar la educación
media y a la edad de 15 años Celina se trasladó nuevamente a la capital.
“Y comencé a hacer lo que todo un ser humano que no tiene un título
hace, y fue buscar trabajos de lavado, planchado, niñera”, pero cuenta
que en esos afanes encontró una familia española que comenzó a hablarle
de la palabra de Dios y por la que incursionó en una de sus pasiones: el
arte.
“Trabajé con esa familia española y la señora de la casa, Magdalena
de Suárez, me introdujo en el mundo del arte y llegó un momento que pasó
lo que no debía pasar, ella decía que la alumna había superado a la
maestra”, recuerda de aquella etapa que la catapultó a tener un próspero
taller de artesanías en la Zona Colonial.
A los 19 años tuvo su única hija de una relación informal a la que
crió sola, y pese a la situación difícil que enfrentaba nunca pasó por
su mente abortar. Ella refiere que ser madre ha sido una de las etapas
más hermosas de su vida.
Su negocio ubicado próximo a la Catedral Primada de América tuvo tal
aceptación que los muebles y otras artesanías elaboradas por ella fueron
usadas en diferentes películas dominicanas, entre ellas “Trópico de
Sangre” y en un filme protagonizado por la popular actriz Angelina
Jolie. Confeccionó la primera muñeca de porcelanicrón de tamaño humano
-de unos seis pies- y que fue bautizada como “La novia de Juan Luis
Guerra”.
Llega la depresión
Pero Celina ignoraba que esos traumas de la niñez y la adolescencia
harían explosión en el año 2000, cuando recibió una carta en la que el
fisco le comunicaba que tenía una deuda cercana a los tres millones de
pesos. “Yo me salvé pese a la profunda depresión que sufrí, pero hubo
personas que se suicidaron, otras llegaron a pagar grandes sumas de
dinero, y esa carta les llegó hasta a personas fallecidas”, añadió.
Una investigación reveló luego que no adeudaba esa suma de dinero,
pero la impresión fue tan grande al recibirla que cayó en una profunda
depresión que la llevó a perder su negocio llamado “Artesanía Elisa”,
casa y vehículo, pues pasó de ser “una mujer que se comía el mundo”, a
una persona tan temerosa que le provocaba hasta ansiedad firmar un
cheque.
Dijo que la depresión es un enemigo tan cruel que una hormiga la veía
como un elefante, se aseaba con una toalla porque pensaba que detrás de
la bañera había monstruos o que el agua saldría tan caliente de la
ducha que la iba a consumir.
Cuenta que adelgazó muchísimo y orinaba sangre porque casi no tomaba
agua debido a que pasaba la mayor parte del día y la noche en la cama.
“Fue un susto que me devastó”, narra Celina, quien padeció una
intensa depresión con bajadas y subidas que se prolongó por 14 años y
que incluso la llevó a deambular por las calles de la Zona Colonial, a
dormir a la intemperie y a internamientos con sesiones de electroshok en
el antiguo hospital psiquiátrico del 28, ahora convertido en el Centro
de Rehabilitación Psicosocial (CRPS).
“Dormí en la calle Uruguay debajo de un almendro cerca del Palacio
Nacional, deambulé por el parque Independencia y dormí una noche en un
lugar tenebroso que albergaba a personas de mala muerte, temí mucho esa
noche de haber muerto a manos de alguien”, recuerda la dama, quien
precisó que ese tiempo llega cuando el doliente del paciente se queda
sin fuerzas y sin dinero para seguir trabajando con él.
“Y esa es la etapa peor porque queda en el abandono”, indicó Celina,
quien le agradece a Miguel Valdez, el vigilante de una empresa del Grupo
Corripio ubicada cerca del parque Independencia de la capital, quien le
permitía pasar la noche en el local para evitar que fuera violada
sexualmente en las calles, aunque tenía que marcharse antes de que
llegaran los empleados, además de que le compró zapatos y le suministró
alimentos
Pidió al empresario José Luis Corripio apoyar a esa persona de un
corazón tan noble, quien ahora requiere operarse urgentemente de una
pierna.
TENER MISERICORDIA CON FAMILIARES DE PACIENTES
Celina recibió el apoyo de amigos y psiquiatras que le permitieron
salir del agujero en que se encontraba, entre ellos la familia Zaglul,
Alejandro Uribe Peguero y Nelson Ceballos, este último un profesional
altruista que la internó en su clínica sin cobrarle un centavo por
tratamiento y alimentación.
Como fiel creyente, ella considera que para Dios nada es casual y en
momentos de crisis las personas no entienden que el Señor las está
preparando para algo, lo que entiende fue su caso, pues su experiencia
la enterneció y la llevó a no temerles a las personas con trastornos
mentales que deambulan por las calles.
Sosa ha rescatado varios enfermos mentales deambulantes a quienes
asea y alimenta. Ya gestiona la creación de su fundación “Refugio de
amor” para asistir a estos pacientes, a quienes brinda el cariño que a
ella le faltó siendo niña. Todavía la entidad no cuenta con local, pero
expresa entre risas que el fisco debería donárselo para compensarla por
el trauma que le hizo pasar.
Su mensaje a la sociedad es tener misericordia con las familias que
tienen pacientes con trastornos mentales. “Eso es devastador, la gente
se cansa, eso acaba con las familias económica y emocionalmente”,
agregó.
Celina también lleva una hermosa relación con su madre, vive
intensamente y asegura que la sensibilidad se ha mezclado con la
dolorosa experiencia que padeció.
“Yo puedo en la mañana bañar una enferma mental deambulante y en la
noche disfrutar de una obra en el Teatro Nacional. Ahora yo vivo y si
Dios me diera siete vidas yo las dedicaría a esto que estoy haciendo”,
dijo con la firme convicción de que la depresión en un momento la
abatió, pero a la larga se convirtió en la palanca que ahora impulsa su
obra de amor.
FUENTE: LISTIN DIARIO
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