INTERNACIONAL
PYONGYANG. En realidad, todo lo que el mandatario norcoreano Kim Jong
Un necesitaba el martes en su cumbre sin precedentes con el presidente
de Estados Unidos, Donald Trump, era mantener su arsenal nuclear intacto
por el momento y una buena foto de un apretón de manos para mostrar que
ya forma parte de la esfera internacional.
La sorpresa, probablemente incluso para él, fue que consiguió eso y mucho más.
Aunque
no hizo ninguna promesa firme de renunciar en un momento cercano al
arsenal nuclear que tanto le ha costado conseguir, Kim pudo mostrarse
como un igual con el líder de la nación más poderosa del mundo, se le
planteó la idea de que el futuro de las maniobras militares conjuntas de
Estados Unidos y Corea del Sur podría estar en duda y recibió
abundantes elogios de un presidente que apenas el año pasado le apodaba
“el hombrecillo de los cohetes”.
Si se vio forzado a negociar por
presión estadounidense, desde luego no era evidente. Y si bajo su
régimen quedan escépticos de la campaña que emprendió este año con sus
vecinos, la cumbre hizo mucho por dejarles aún más aislados.
Todo
esto de un líder de 34 años al que se había descartado de forma
generalizada como demasiado joven e inexperto para durar mucho cuando
asumió el poder a la muerte de su enigmático padre, Kim Jong Il, a
finales de 2011.
Desde el principio de su encuentro, Trump llenó
de alabanzas a Kim, al que describió como un “hombre talentoso” que “ama
muchísimo a su país”.
Pero lo que es más importante, Trump
sugirió que le gustaría poner fin a las maniobras militares anuales con
Corea del Sur _una antigua demanda norcoreana_ y dio a Kim mucho margen
en la negociación sobre sus armas nucleares, sustituyendo las peticiones
de un proceso de desnuclearización inmediato o siquiera rápido por la
casi aceptación de que “lleva mucho tiempo”.
El éxito de la cumbre no estaba garantizado.
Hasta
la misma llegada de Kim, Corea del Norte, quizá incluso más interesada
en el encuentro que Trump, se había mostrado visiblemente nerviosa.
Tras
resistirse con demasiado ímpetu a las demandas del gobierno de Trump de
que renunciara de inmediato a sus armas nucleares, lo que hizo que
Trump suspendiera temporalmente la cumbre, Pyongyang rebajó al instante
su tono para volver a contar con Trump.
Para hacer el trato más
atractivo para Washington, Kim también convirtió en un espectáculo para
la prensa extranjera el cierre de una instalación de ensayos nucleares,
entregó tres prisioneros estadounidenses y anunció una moratoria
unilateral en los ensayos nucleares y los lanzamientos de misiles de
largo alcance.
Pero la confianza de Corea del Norte empezó a notarse casi en cuanto Kim llegó el domingo a Singapur.
Aunque
sus medios estatales habían optado por la cautela de informar
relativamente poco sobre la cumbre en los meses anteriores, la cobertura
se disparó cuando bajó de su vuelo arrendado de Air China, una
demostración del pleno apoyo de su poderoso vecino y principal
salvavidas económico.
Las fotos de la llegada llenaron páginas del
diario del partido gobernante y dominaron los noticieros de televisión.
El
paseo nocturno de Kim por Singapur la víspera de la cumbre tuvo una
cobertura aún mayor en medios norcoreanos, que emitieron videos en los
que se veía a una multitud de curiosos darse un recibimiento de estrella
del rock.
Las noticias de la cumbre en sí no habían aparecido en
los medios del país el martes por la noche. Pero si los preliminares
eran un indicio, ese apretón de manos histórico con Trump, que ya se ha
visto en todo el globo, sería sin duda la portada de los diarios del
miércoles.
Sobre la desnuclearización, el tema clave de la
cumbre, Kim parece haberse mantenido especialmente firme. O quizá no se
vio muy presionado.
Aunque los dos mandatarios mencionaron en un
comunicado conjunto la necesidad de desnuclearización plena de la
Península de Corea, los términos eran muy vagos, y podría argumentarse
que no van más allá de promesas anteriores de Pyongyang. Está por ver
que Trump estuviera en lo cierto al decir que Kim está comprometido con
el proceso.
Y se puede suponer que eso le parece bien a Kim.
Eso no fue todo lo que consiguió el mandatario.
Además
de establecerse como un igual y reinventar su imagen exterior como un
líder “normal” de un país “normal” _incluso se tomó una selfie con el
ministro singapurense de Exteriores que se subió a Twitter, que como
todos los medios sociales está prohibido en su país_, el objetivo
principal de Kim en la cumbre era socavar el apoyo a las sanciones
internacionales que frenan desde hace años sus planes de desarrollo
económico.
Su éxito en ese campo pareció casi inmediato.
Malasia,
que había cortado sus lazos con Corea del Norte tras el asesinato del
medio hermano de Kim en el aeropuerto de Kuala Lumpur hace un año,
empieza ahora a plantear su restablecimiento.
¿Y qué hay de
China, clave para cualquier intento serio de sanciones? Según medios,
también estudia suavizar sus restricciones comerciales.
DIARIO LIBRE
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