Haciendo estas cosas durante los primeros 10 minutos del día conseguirás que te rinda. Fuente externa.
Ron Friedman, autor de
The Best Place to Work: the Art and Science of Creating an Extraordinary Workplace (Perigree Trade) propone
tres estrategias que
se pueden llevar a cabo durante los primeros minutos del día para
proporcionar significado a nuestra jornada. Ello pasa, en primer lugar,
por
distinguir entre aquello que es urgente de lo que es importante, y que aunque parezca paradójico, raramente suele coincidir.
En una ilustrativa comparación, Friedman recuerda que, de igual
manera que un cocinero nunca empezaría a cocinar limpiando platos, sino
planeando la receta, reuniendo los ingredientes y preparando el lugar de
trabajo, tenemos que dedicar un pequeño esfuerzo a
organizar la jornada y no empezar mirando el correo electrónico o realizando llamadas que nos crispen los nervios desde primera hora.
- Realiza una lista de lo que tienes que hacer… utilizando verbos
Si nos vemos obligados a reaccionar a nuestro ambiente, es porque no
hemos sido capaces de mantenerlo bajo control, y es él el que decide qué
tenemos que hacer y cuándo. Si nos detenemos a realizar una lista de
tareas por hacer, y en qué orden, podremos evitar que las tareas más
complejas se conviertan en irrealizables y administraremos mejor nuestro
tiempo. Como aconseja
David Allen, “un gurú de la productividad” en palabras de Friedman, debemos emplear verbos, puesto que contribuyen a
centrar nuestra acción.
En resumen, mejor que apuntar “cita con el cliente” o “reunión de las
once”, deberíamos pensar en “decidir el presupuesto con el cliente” o
“utilizar la reunión de las once para concretar la agenda de la próxima
semana”, puesto que ello nos ayudará a dirigirnos objetivos claros.
Friedman cita
una investigación realizada por
Edwin A. Locke y
Gary P. Latham para
recordar que cuanto más concretos seamos con las tareas que debemos
realizar, en lugar de ponernos aún más ansiosos (como podríamos pensar),
conseguiremos facilitar la labor de la jornada. Esto se produce, como
recuerda el estudio, puesto que una vez que nuestra meta nos ha quedado
clara, esta se queda en la periferia de nuestra conciencia y podemos
dejar de pensar en ella, facilitando la consecución de la misma. Si
nuestro único objetivo cada día es abandonar el trabajo sanos y salvos,
estaremos consiguiendo justo lo contrario, puesto que nuestra falta de
guía provocará que terminemos gastando gran parte de nuestra energía en
solucionar problemas puntuales.
- Apunta primero lo más complicado
El día es una pirámide y, lamentablemente, la parte ancha se
encuentra en las primeras horas: a medida que pasa el tiempo, nos cuesta
más concentrarnos. Por ello, recomienda Friedman, debemos planearnos de
manera que aquellas tareas más complicadas, que requieran más tiempo o
esfuerzo se realicen durante los primeros compases de la jornada. Como
puso de manifiesto
una investigación publicada en el
Psychological Bulletin, el
autocontrol es un recurso finito que
tiende a desaparecer a medida que transcurre el día, así que no
esperemos a las diez de la noche para afrontar ese gran reto al que
tarde o temprano tendremos que enfrentarnos.
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